Estamos 24 naciones del mundo y con más de 150 proyectos
Unidos en nuestra dedicación a los derechos de la mujer
QUIENES SOMOS
La Congregación de Religiosas Adoratrices -AASC-, nace en Madrid, (España), en el siglo XIX, concretamente en 1856. Una mujer audaz, Santa Mª Micaela Desmaisières y López de Dicastillo, es su fundadora.
Las Adoratrices llegan a Colombia en 1929 para dar respuesta a la necesidad de “promover y liberar a la mujer marginada y explotada por la prostitución o víctima Trata y de otras situaciones que la esclavizan, al mismo tiempo ofrecerle la posibilidad de un proceso de integración a la sociedad de la que es parte activa”.




NUESTRA HISTORIA
QUE NOS MUEVE
Nuestra misión
LIBERACIÓN, INTEGRACIÓN PERSONAL e INSERCIÓN SOCIAL de la mujer explotada por la prostitución y/o víctima de Trata. La DEFENSA de sus derechos y el CONOCIMIENTO de las problemáticas sociales y el análisis crítico de la realidad.
Contribuir al pleno desarrollo de los derechos de las mujeres donde la comunidad Adoratriz hace presencia.
Incidir en el cambio social a través de la sensibilización y la denuncia de estructuras que no respetan los Derechos Humanos.
HACIA DONDE VAMOS
Nuestra visión
Adoratrices continuará en búsqueda de respuestas adecuadas a las formas de opresión existentes y otras nuevas que esclavizan a la mujer en situación de prostitución y/o víctima de Trata de Personas.
Nuestro objetivo
NUESTROS VALORES Y PRINCIPIOS
Están basados en la pedagogía Micaeliana que se enmarca en la dignidad y liberación del ser humano cuyo sentido más profundo se encuentra en la palabra AMOR, parte del contacto directo y personal con las mujeres. Dicha pedagogía, orienta el acompañamiento formativo de los siguientes principios:
Tener un profundo respeto por la dignidad, la autonomía de cada Mujer, fe en su capacidad de cambio y en sus posibilidades de superación, ayudar a valorar en ellas mismas, su autoestima y el sentido de su misión en el mundo, como portadoras y defensoras de la vida, a desarrollar el saber y la capacidad de actuar personal y colectivamente.
El acompañamiento personalizado a la Mujer tendiente a mejorar la calidad de vida de ellas mismas y sus familias en:
- Un mejoramiento de las relaciones que aceptan y valoran la persona por el Ser no por el Tener.
- El amor como actitud fundamental hacia sí misma, el otro, el mundo, Dios.
- La formación de la conciencia crítica y moral, como espacio de libertad y responsabilidad.
- La familia, la comunidad como ámbito obligado de realización de la persona.
- La conservación y mejoramiento del entorno ecológico y social.
- Una fe creciente en los valores del pluralismo, la participación y el compromiso responsable.
Enfatiza el valor central de la persona y la tarea de la libertad como ejes fundamentales de todo proyecto formativo. Considera a la mujer sujeto de su propia formación, capaz de decisiones libres y responsables que le permitan abrirse a nuevas alternativas de realización personal y social, rechazando la manipulación y aprovechando las nuevas perspectivas que le ofrecen la tecnología y los medios de comunicación, de manera racional y critica, hasta llegar a convertirse en agente de cambio, que apoya el desarrollo familiar y social contribuyendo a la liberación de otras mujeres.
Este es uno de los núcleos fundamentales de la formación humano-cristiana que tiende a ayudar a la persona a descubrir gradualmente los valores humanos, éticos, cristianos en todos sus matices, que se encuentran arraigados en la relación que cada persona establece con la vida y con la realidad.
La vivencia colectiva y el aprendizaje de los valores desde la dimensión personal hasta la comunitaria y social:
- Respeto y amor a la vida y demás derechos humanos.
- Experiencia personal con Dios y su amor incondicional.
- Formar para la participación responsable.
- Animar la fraternidad, la colaboración, el servicio.
- Respetar y practicar la justicia, honestidad, tolerancia y las normas de convivencia.
La capacitación para el trabajo como un valor fundamental para la promoción humana, que conduce a la Mujer a desarrollar habilidades, competencias y aptitudes en una tarea creadora de desarrollo personal y social. Además, el trabajo tiene un valor terapéutico en la recuperación y potencialidad de la auto imagen e integración al mundo laboral y social.
En la Pedagogía Micaeliana sobrepasa los conocimientos que la mujer pueda adquirir, ya que estos no servirían de nada sin una actitud de servicio y de capacidad de resolver y transformar situaciones. La capacitación para el trabajo tiene además el mérito de crear en las mujeres “persistencia” por el hecho de verse obligadas a vencer obstáculos y a dar cumplimiento a determinadas tareas que exigen esfuerzo.